Quién lo diría. En estos tiempos de biotecnología sorprende descubrir que no es algo tan moderno como creíamos. Cuando en la Ilíada o en la Odisea se describe el uso del cuajo de estómago de cordero o cabrito para la elaboración del queso nos habla de lo que hoy se conoce como tecnología enzimática. Lo mismo sucedía a la hora de tratar el cuero. Para hacerlo suave y agradable al tacto hay que eliminar parte de las proteínas que contiene. Si no se hace, lo único para lo que sirve es de suela de zapato.
Desde tiempos inmemoriales, y hasta principios del
siglo XX, el cuero se trataba con excrementos. El escritor romano Plinio
menciona las deyecciones de palomas pero en siglos más recientes se usaba el
estiércol de perro. En 1908 todo cambió gracias al alemán Otto
Röhm. El sustituto de los excrementos fue el Oporon, un
extracto de los páncreas de animales sacrificados -que contiene tripsina, una
enzima del sistema digestivo-. Pero Röhm no se detuvo aquí. Hasta
entonces a nadie se le había ocurrido analizar la composición química de la
suciedad que se queda pegada a la ropa. Él fue el primero en hacerlo pues
quería ver si podía utilizar su extracto de páncreas en el lavado. En 1913
patentó su idea y al año siguiente desarrolló el primer detergente enzimático
de la historia: Burnus.
Para comprobar su eficacia, Röhm y su mujer lo
utilizaron para lavar su ropa interior, descubriendo que era excelente. Más que
eso, Burnus era algo revolucionario. La enzima era tan
efectiva que sólo necesitaba una cantidad muy pequeña de producto -los actuales
contienen sólo un 0,8% del total-. Burnus se vendía en forma
de tableta para usar con 10 litros de agua en lo que es el primer detergente
concentrado de la historia. Pero a las amas de casa alemanas no les convencía.
Acostumbradas a usar grandes cantidades de detergente que producía abundante
espuma la pastilla de Röhm les resultaba sospechosa. Röhm tuvo que reconvertir
su producto en el clásico polvo de lavar y venderlo en cajas de 50 gramos.
Lo cierto es que el alemán se adelantó 50 años a su
tiempo, porque no fue hasta la década de 1960 cuando los detergentes
enzimáticos se popularizaron.
En 1962 Novo Nordisk fue la primera empresa en comercializar una enzima limpiadora producto de la fermentación microbiana, Alcalaser -una proteasa-. Pero los fabricantes de detergentes no le hicieron mucho caso. En realidad, únicamente aparecieron dos: Bio-tex yBio 40. Sólo cuando en pocos meses el detergente Bio-tex ganó el 13% del mercado, los ojos de los ejecutivos se volvieron hacia las enzimas.
Hasta finales de los años 80 el mercado de los
detergentes enzimáticos estaba dominado por las enzimas proteasas, que eliminan
manchas de hierba, huevo y sangre. Poco a poco se introdujeron unas nuevas, las
amilasas, capaces de eliminar manchas de comida como espaguetis, salsas, harina
de avena, comidas infantiles y helado. Pero aún se resistía un tipo bastante
molesto de mancha: la de grasa. Y en 1988 Novo Nordisk lanzóLipolaser -una
lipasa- que, además, tiene el honor de ser la primera enzima comercial
producida por un organismo genéticamente modificado.
Como todos sabemos las enzimas son proteínas.
Presentes en todos los seres vivos, actúan como catalizadores, esto es,
sustancias que facilitan las numerosísimas reacciones que nos mantienen con
vida. Así, una enzima que esté encargada de unir dos moléculas pequeñas será
como la pieza de un puzzle: tendrá dos oquedades en donde se coloquen dichos
compuestos a los que la enzima inducirá a unirse. En el caso de los detergentes
se utilizan por otra de sus características únicas: su especificidad. Por
ejemplo, las lipasas degradan única y exclusivamente las grasas. La importancia
de este hecho está en que, gracias a su labor, el contenido de compuestos
tensioactivos –que disminuyen la tensión superficial del agua para facilitar la
limpieza de la ropa-, que contaminan el medio ambiente, puede reducirse de
forma significativa. Además, gracias a ellas el lavado no necesita ni de agua
muy caliente ni se necesita frotar en demasía, algo que alarga la vida útil de
la ropa. Pero no todo puede ser un camino de rosas. Esta especificidad tiene
sus inconvenientes. Todavía hay manchas que se resisten al envite
biotecnológico: las de café, té, vino y picotas.
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